1
Ana.
Cariñito.
Necesito escribir.
Necesito escribirte un Mamotreto.
Necesito un corazón para ese
posible Mamotreto, un
escupitajo de sangre de alguien antes de morir.
Y no sólo lo digo por parecer trágico.
Necesito escribirte un Mamotreto que vaya de acuerdo a nosotros.
Quiero decirte en un Mamotreto cuánto odio las palabras
modernas, post, poli-modernas, huecas, de esta época.
Necesito explicarte cuánto odio
que estemos separados y cuánto me arrimo a la voz de un florilegio absurdo, sin
ti.
Quiero hablar de mi pobreza
física y espiritual.
Quiero diseccionar el cadáver de
la melancolía y sepultarlo para siempre.
Quiero volver a nuestro origen.
Quiero aprender a escribirte.
No puedo.
No puedo.
[…]
3
Ana.
Tendría que escribir una nueva
teoría y comprobarla.
Tendría que ser un científico de
la palabra.
Tendría que apuntar al ser humano
o a Dios.
Tendría que aportar a la mirada
de la humanidad.
No puedo.
Este Mamotreto se resiste.
Apenas es una súplica para que
vengas, para que dejes el orgullo de lado y me perdones por sacarte-me-nos de
mi vida.
Quiero que entres en mí otra vez.
Quiero que hablemos otra vez.
Ahora, quizá, después de mucho
tiempo, nos podamos reconciliar.
Quiero dejar de repetir tu
nombre.
Quiero dejar de encerrar con
tinta fosforescente tu nombre.
Vamos a los hechos.
Por favor.
¿Qué hora es?
Ah, sí, debes estar por regresar.
Estoy un poco enfermo, sabes.
Te das cuenta.
Aunque sea por tu hijo tienes que
venir.
Ven y guárdame, guárdanos en el
inmenso recipiente de tu alma, como si fuera tu perfume predilecto.
Mira.
Estoy tratando de inventar el
agua tibia.
Estoy alimentando mi corazón para
sacrificarlo a tiempo.
De El Pato Donald tiene Sida o cómo elegir los instrumentos de la desesperación, Paúl Puma, Florencia, 1996.
No hay comentarios:
Publicar un comentario